A pesar de que todos los días hay temblores,y algunos han sido tan fuertes que superaron los seis grados en la escala de Richter, a los responsables del ejecutivo, que tienen la obligación de velar por la seguridad pública, se les pasea el alma y no adoptan medidas para conjurar el peligro que de todas maneras se nos viene.
El alcalde Lima, perdido en su mutismo no dice, ni siquiera :esta boca es mía.
Un silencio sísmico de más de treinta años es inusual y debería preocupar a las autoridades.Pero aquí no pasa nada. Quizá estamos esperando que suceda algo terrible para empezar a preocuparnos.En cualquier otro lugar del mundo ya se habrían tomado medidas, para contar con la participación de la población civil. Aquí se debería preparar a la ciudadanía para situaciones de emergencia. Aquí deberían hacerse tantas cosas que ya hemos perdido la cuenta.
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