El Walter Reed, fue alguna vez, el hospital militar más famoso del mundo. Ubicado muy cerca de Washington, era como un club al que acudían los dictadores latinoamericanos para recuperarse de sus dolencias, generalmente, luego de haber sido depuestos en sus respectivos países.
Como es de suponer, en sus instalaciones también eran tratados miles de soldados y veteranos del ejército estadounidense.
Su condición de centro militar de primera importancia, nunca antes había sido cuestionada. Pero el Washington Post, hace unas semanas, ha puesto el dedo en la llaga y ha informado en sus páginas, que el famoso hospital se ha convertido en una calamidad. Habla de cuartos con moho en las paredes, huecos en los techos y lo que es peor, las instalaciones están infestadas de ratas y cucarachas. Los problemas no sólo son de tipo material, sino que la burocracia ha complicado las cosas a niveles impensables.
Esa situación resulta intolerable y constituye un maltrato innecesario para los soldados que han resultado heridos y que requieren tratamiento médico después de haber combatido en las guerras de Irak y Afganistan. El director del hospital ya fue removido del cargo. El secretario del Ejército dicen que ha renunciado, pero personas que conocen del tema aseguran que ha sido despedido. El presidente Bush dice que no sabía nada de estas cosas y el pueblo de los Estados Unidos no sale de su sorpresa por esa negligencia imperdonable.
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