Empecé a golpear con fuerza, lo que podría denominarse la base del auricular del teléfono, sobre un trapo que había humedecido. De inmediato, la tela se tornó oscura por las hormigas que caían como consecuencia de los golpes que le propinaba al aparato, y cuando dejaron de salir, continúe sacándolas con palitos de fósforos, después con mondadientes y por último con un palito de tejer extraordinariamente delgado que me sirvió de maravillas para la tarea que estaba realizando.
Cuando informé a la compañía telefónica de lo que había ocurrido, no podían creerlo y el empleado que me atendió, estoy casi seguro que debe haber imaginado que estaba fantaseando, pero a pesar de todo, ordenó que un técnico viniera a mi casa a revisar el aparato.
La persona que realizó la inspección, no cesaba de decir que era la primera vez que veía algo parecido. Ante esa situación, no le quedó más que retirar el teléfono y reemplazarlo por uno nuevo, que por supuesto no tenía hormigas.
Esta es una historia verdadera y aunque no pretende competir con la agenda noticiosa que todos los días cambian los políticos, por lo menos tiene que ver con los teléfonos que tan de moda están por estos días.
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