No hay ningún motivo que en este momento justifique mi tristeza. Es más, las cosas me están saliendo bien y en todo caso debería estar con entera disposición a la alegría. Pero no sucede así. El sentimiento que asoma es mayor que mi racionalidad, y como consecuencia, no tengo más remedio que asumir mi tristeza en toda su dimensión.
Esta mañana, momentos antes de tomar el avión para emprender un largo viaje, un amigo me ha llamado desde un aeropuerto y la verdad es que la noticia me deja indiferente y en otras ocasiones habría dado rienda suelta a mi alegría.
Pero estas cosas que a veces nos suceden, son como las escaleras que nos conducen a los días tristes.
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