Antes de que empezara el juicio a Saddam Hussein, muchos estábamos convencidos que ya había sido condenado de antemano. Sus abogados no pudieron ejercer una defensa apropiada e inclusive algunos miembros del equipo que defendía al ex jefe del gobierno irakí, fueron asesinados.
Cuando se conoció el tenor de la sentencia, pura formalidad en este caso, todos sabían que los jueces, sólo podían condenarlo a morir en la horca, pues así lo habían dispuesto los que gobiernan Irak con el respaldo absoluto de un ejército invasor.
De inmediato, los abogados de Saddam apelaron la sentencia, pero lo único que hacían, era cumplir con el procedimiento establecido, pues era evidente que el Tribunal Superior iba a ratificar en todos sus puntos la resolución de los jueces de menor jerarquía.
No sabemos en que terminará todo esto, pero, hay una suerte de oposición a la condena a muerte en todo el mundo civilizado. Alemania ha expresado su condena al fallo. España que es contraria a la pena de muerte, ha manifestado su oposición principista. Otros países de la Unión Europea están efectuando las coordinaciones y consultas del caso.
Con toda seguridad, el gobierno de Estados Unidos va a estar de acuerdo con la sentencia, pero organismos de derechos humanos y Amnistía Internacional, van a presionar en todo el mundo, para que la ejecución se suspenda y no se realice un crimen más con el pretexto de castigar otros asesinatos.
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