El mes pasado, escribí sobre lo que estaba ocurriendo en la parroquia madrileña de San Carlos Borromeo. Me refería, a las tensiones que habían surgido entre la jerarquía eclesiástica de Madrid, y los sacerdotes que tenían a su cargo la parroquia. Estos, no estaban de acuerdo con la decisión del arzobispo de la capital española, que había dispuesto cerrar la parroquia como lugar de culto y aprovechar el recinto para establecer una oficina de acción social manejada por Caritas.
La controversia llegó a los medios y los feligreses salieron en defensa de su iglesia y también de sus pastores, que eran cuestionados, porque no se vestían de curas, porque tenían actitudes demasiado terrenales, porque se identificaban demasiado con las necesidades y problemas de los pobres, de los marginados y de los excluidos de todas partes que llegaban a la parroquia en busca de consuelo y la ayuda espiritual que siempre la encontraban.
Por eso me ha dado mucho gusto haber visto en el Mundo, que el padre Enrique de Castro, sacerdote católico de 64 años, que está a cargo de la parroquia de San Carlos Borromeo, va a ser galardonado el próximo 5 de mayo con el premio Casaldaliga del Clam del festival del Cine Solidario de Narvacles.
Aunque esos reconocimientos no significan premios dinerarios, es importante considerar el estímulo que representa el premio no sólo para el padre de Castro, sino también para los otros sacerdotes que trabajan con él y sin ninguna duda para la comunidad de feligreses que los sigue y apoya en su magisterio religioso.
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